El jefe de JPMorgan Chase, Jamie Dimon, salió a la palestra en la controversia sobre el "debanking". Por supuesto, rechazó las afirmaciones de que su banco rompió lazos con Trump Media and Technology Group por motivos políticos. Pero aquí es donde se pone interesante: no se contuvo a la hora de señalar a la administración anterior. ¿Su opinión? Que el equipo de Biden, en esencia, utilizó el aparato gubernamental como arma contra su principal rival político.

El momento es importante. Estamos viendo cómo los gigantes de las finanzas tradicionales se ven cada vez más atrapados entre el fuego cruzado político y las decisiones empresariales. La declaración de Dimon es todo un ejercicio de equilibro: defiende las decisiones operativas de su banco mientras lanza críticas veladas al exceso regulatorio. Es el tipo de respuesta institucional que refleja debates más amplios sobre el acceso financiero, la presión política y si los grandes bancos se están convirtiendo en brazos ejecutores de quien ostenta el poder.

Esto no es solo un drama bancario; trata de cómo los vientos políticos influyen en la infraestructura financiera. Y en una industria donde las relaciones con los reguladores lo son todo, declaraciones como esta tienen un peso que va mucho más allá de los titulares.