La caída del año pasado me dejó 85.000 directamente en cero.

Estampé el móvil, borré todas las apps de trading y me escondí un mes sin atreverme a ver a nadie. Miraba la cuenta vacía en blanco, y solo tenía un pensamiento: paso, no juego más.

Pero tumbado en la cama no podía dormir, esa rabia seguía dentro—¿por qué tenía que rendirme así porque sí?

A principios de año me quedaban 3.000U. Me tracé una línea: esta es la última, ¿me la juego o no?

No hay técnicas sofisticadas, solo me grabé a fuego la palabra "disciplina".

Empecé a crecer desde 2.200U y me impuse unas reglas estrictas: aunque viera una operación clarísima, nunca más del 40% en una posición, el resto del dinero es mi salvavidas; si llega el stop loss, corto de inmediato, sin esperar, sin apostar, sin hacerme ilusiones; nada de perseguir precios ni tratar de pillar el mínimo o el máximo a lo loco, si el mercado va bien, sigo a las monedas fuertes y pillo el tramo bueno, si va mal, me quedo fuera mirando.

Hubo una ocasión que pillé bien el ritmo en una corrección, en diez minutos gané 5.000U, el número subía y el corazón casi se me sale—pero mantuve la cabeza fría: el 30% siguió trabajando, el 70% lo retiré al bolsillo.

Así, poco a poco, no solo recuperé los 50.000 que había perdido, sino que acabé ganando 30.000 más.

Ahora lo tengo claro: en este sector no gana quien corre más, sino quien sobrevive más tiempo. Esas reglas que parecen aburridas—controlar el tamaño de las posiciones, cortar pérdidas, no dejarse llevar por la emoción—son las que te permiten sobrevivir al próximo ciclo de mercado.

Este consejo es para quien quiera escucharlo: aférrate a tus propias reglas, nada funciona mejor.