El capital que tengo en mano no es precisamente abultado, pero sí he probado de verdad lo que es caer de más de treinta mil hasta poco más de diez mil.

Aquella época casi no la supero. Cada día, al abrir los ojos, lo primero que veía eran esas cifras desoladoras en la cuenta; al cerrarlos, solo recuerdos de liquidaciones. Por suerte, al final apreté los dientes y salí adelante, recuperándome poco a poco.

El mes pasado hice una captura de los beneficios. No es ninguna hazaña sorprendente, pero para mí es una prueba real y tangible de haberme levantado.

El ambiente en Internet es realmente surrealista. Yo solo quería dejar constancia de mi experiencia, buscar algo de empatía y ánimos, pero siempre hay quien no lo suelta, cuestionando y criticando de todas las maneras posibles.

Siendo sincero: yo también he perdido la cabeza. En tres días perdí el equivalente a tres BMW Serie 7, y en un mes podía hacer entre ocho mil y diez mil operaciones; en esa época el volumen de la cuenta se medía en cientos de millones. Si no lo crees, en mi perfil de Weibo tengo capturas del logo de aquel año, los datos están ahí, no me voy a molestar en dar más explicaciones.

Caerse no es vergonzoso, lo vergonzoso es no poder levantarse.

Ahora solo quiero operar con calma y compartir con personas que realmente quieran mejorar. Donde te caes, ahí te levantas. Lo pasado, pasado está; el futuro sigue en juego, y ojalá pueda encontrar a más gente de fiar: menos hostilidad y más sinceridad.