Cuando ganas tres mil al mes, te das cuenta de que ninguna chica en el mundo te conoce realmente; todas parecen puras e intocables, como si guardaran su virtud.
De verdad, hasta los mosquitos en verano desprecian tu sangre por ser demasiado pobre y ni ganas tienen de picarte.
Cualquier cosa que digas es conversación forzada, todo lo que hagas está mal.
Pero cuando cobras treinta mil al mes, oye, qué curioso.
Caminas con más confianza, hasta tu forma de hablar se vuelve más graciosa, y ese gusto tuyo que antes no destacaba, ahora resulta ser “único y original”.
De repente, hay chicas a tu alred
Ver originales